martes, 8 de febrero de 2011

EL ‘BAUTIZO’

Cuando un niño nace se le da un nombre, cuando un barco se “echa” por primera vez al agua se le da un nombre, cuando se fabrica una bebida se pone un nombre…
Prácticamente a cualquier cosa, producto o ser que ve la luz por primera vez en la vida, se le da un nombre para diferenciarlo del resto y poder reconocerlo.
En el sector automovilístico sucede exactamente lo mismo, pero se asignan nombres que en algunos casos hace referencia a algo relacionado con la marca.

Además las marcas tienen que tener cuidado a la hora de ponerle una identidad a sus coches, porque deben tener en cuenta la traducción a otros idiomas. No sería la primera vez que se cambia el nombre en un país por sonar mal, en el caso de España esto ha sucedido varias veces, como por ejemplo con el Opel “Manta”, el “Laputa” o el Mitsubishi “Pajero” que se renombró por Montero. Con estos ejemplos no hay ni que decir porqué se han de cambiar las denominaciones.

También hay guerras en los tribunales acerca de nombrar un coche cuyo nombre recuerda al de otro ya existente (el caso más reciente es del Fiat Gringo y el Renault Twingo, que finalmente acabó a favor del segundo).

Como vemos, lo que a priori parece una tontería y lo más bonito de todo el proceso, puede convertirse en un auténtico quebradero de cabeza.

Por eso algunos fabricantes deciden dar carta blanca a los usuarios para que decidan ellos mismos el mejor nombre.
Por ejemplo Alfa Romeo dejó en 2007 a través de su web, la posibilidad de nombrar a uno de sus modelos, el Mito.

Cada participante dió su nombre favorito y quedaron doce finalistas, por lo que hubo que votar por uno de ellos. El nombre resultante fue el Alfa “Furiosa”, pero a la marca no le hizo nada de gracia y finalmente no lo utilizó.
¿De qué sirvió la votación? de nada, pero algo bueno sacarían de ello, digo yo…

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